Antonio Ivrea, un profesor de filosofía argentino, investiga acerca de la inmortalidad del alma. Resuelto, presenta su trabajo en el Congreso de Filosofía de la Mente; recibido con indiferencia por sus colegas, llega a manos del obispo Clemente Sodre, quien advierte que las investigaciones de Ivrea pueden sostener la doctrina oficial de la Iglesia. El trabajo de Ivrea resulta sumamente interesante para el Vaticano, de manera que la Propaganda Fide —dicasterio de la Iglesia cuyo propósito es difundir la doctrina cristiana en el mundo— resuelve otorgarle un patrocinio para que continúe con sus investigaciones. Sin embargo, después de una larga estadía en una universidad de los Estados Unidos, Ivrea comienza a cuestionarse sus planteamientos iniciales.